sábado, 5 de diciembre de 2009

OPIÁCEO

Conversaban sobre el amor
restos de cigarrillos con ojos de cometa
un saxo tenor emergente del humo
una estatua que lloraba whisky por los niños ricos del mundo
seis pastillas de codeína.
Van dos horas y media.
Nadie trate de entender esto.
“Hay cosas de las cuales nadie habla”
Tres.
Sobre el amor y el maldito mundo
en otro vientre diminuto de cadáver. Odiado y envenenado
con gestos de madre
protectora.
Procuren no entender nada de todo esto.
“Hay cosas que parecen ignorar todo aquello que no trate de ellas mismas”
“Dos seres que conforman toda la población de un planeta permanentemente amenazado”.
“Lo que está afuera siempre conlleva algo destructivo por su propia esencia”.
“No hay nada mas inocente e implacable”.
“Por supuesto que también el dolor nos devuelve la vida, pero a diferencia de éste, nada pregunta…y existe por sí misma, como si de la nada surgiera, como si tampoco
la vida fuera”.
Nadie trate de interpretar algo en esto o de arriesgarse a saber de qué diablos estoy hablando.
Tres horas y media.
Un perro me habla en mi idioma.
“Tsssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss” hace el mundo cuando se detiene.
Y todos miran asombrados.
Despiden los párpados al cielo o los sepultan metros bajo tierra para que no puedan volver.
Con el silencio todos quieren entender, como los que se sinceran con la lluvia.
Las horas que se arrojan una tras otra.
La muerte es como si se estuviera fuera de ella.
Ahora traten de entender.
Una cabeza cae rebotando en las escaleras.

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