He visto a un hombre al atardecer
que intrigado por el ruido de los árboles
se arrojó a un patio cualquiera con movimiento de pez.
He visto salir del patio a una mujer que se arrancaba los pelos
y convertía todo lo que miraba en una piedra candente.
He visto multiplicarse a esa piedra hasta posarse trémula
sobre cada habitante.
El peso del silencio sube por los testículos y estalla en el aire invadiéndolo todo.
Camino como un sobreviviente a una gran catástrofe tal vez buscando cráneos
o piernas o torsos mutilados, parándome en cualquier esquina,
examinando cada auto abandonado.
Qué raro se puso el barrio, pienso, hasta que del fondo de las baldosas
brotan unos guardianes del orden
que me dan a elegir entre el destierro o la muerte.
Yo busco explicaciones más fuertes que el rodillazo en el estómago
o los garrotes de la averiguación de antecedentes.
Una multitud me escupe
hasta que llega mi madre
con su paz y su sonrisa como ajena a este mundo.
La he visto limpiar la sangre de mi boca
y luego agitar el pañuelo
con un gesto iracundo.
Los he visto a todos devorando mi carne
antes de bailar con el canto de sirenas.
Los he visto celebrar al caer la guillotina de la tarde.
¿Es que acaso mi verdad no vale?
Se me da por decir antes de ese puñetazo
de oficio que me llenó de promesas.
Canto somnoliento:
Lomas del Mirador me dio amor,
Lomas del Mirador me dio amor,
Lomas del Mirador me dio amor,
Lomas del mirador me dio amor.
Yo creo en lo que siento,
yo creo en el amor.
He visto al miedo salir de traje a la calle
pegado a las paredes
sospechoso de su sombra.
He visto a la inocencia corriendo de un lado a otro
con un fusil en la mano.
He tenido conciencia ni bien el terror me sujetó del cuello
y me lanzó al corazón íntimo del desastre.
Lomas del Mirador me dio amor
(y una moral de vampiro que me rompe a pedazos).
jueves, 17 de diciembre de 2009
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