Las pobres parias párvulas pregonando un prominente prolegómeno
de las encías apostilladas mientras la palabra evoluciona a patada en la
conciencia
En un pórtico la pobre paria párvula enjuga sus parpadós y libandólos al puebló
pronta perorata presentah la pena
pero la pena apenas roza las patas pudre y el pathos hasta de la planta henchidos los plumones
inquit:
“palo palo partir punición
prisión
presión
de la paz posesión”
párpado saliente y pústula de rabia
el pez portentoso de las parias se erige entre las parias de pelusa
las parias de plancha las parias de placer de pipas peliagudás
de poncios pendencieros particionando piedras todos en le parque de pelanduscas empolvadas
de pólvora no chillan pronto planean
un día perezoso de París
nubes
y el pez portentoso un pelafustán de plomo grita entre el grito y agitado por el ponto pánico cubre con su voz el cielo de los que de lejos no ven
y el viento les arranca la cabeza
y los pulmones son pájaros de peste
en los patios púbicos
con niños cuyas armas son pequeñas flautas
que penetran en el pecho de sus padres.
Pronto poncio pronto ya
cubrid el populoso enjambre de poncios
avierto de los poros ad los ponchos ad la parla
puta emperlada purgue purgue señor purgue
viva purulencia de la entraña
plateada putrescible y hasta el purpurado
punza
patria! patria! patria!
piedra!
prédicas preconcebidas
pregones predadores
poncios preconizados
él y barrabás él o barrabás
barrabás! y barrabás!
viernes, 24 de julio de 2009
domingo, 19 de julio de 2009
La isla de Circe
Me escribía una amiga; las batallas ganadas por la mujer en su anhelo de libertad encontró una paradoja en sus senos o en sus nalgas voluptuosas. Algo así como que ciertos atributos físicos terminaron siendo un murallón en donde yacían estampadas muchas histerias, gritos, ojeras,arrugas, lágrimas o voces roncas demandando un rol significativo dentro de la sociedad, reclamando derechos correspondientes y sobre todo, exigiendo mitigar a esa tiranía absorvente y limitadora de la falocracia.Me causo una gracia particular leer esto. Inmediatamente la multitud de imágenes almacenadas en mi cabeza parecieron llamadas a reunirse en bullicioso tropel. El día mismo, con sus avenidas y sus lugares en donde mejor anochecer, fue el punto de encuentro obligado. Comencé en una estación de servicio, dando vueltas impunemente y sin excusas ( auto no tengo). Acabé tomando whisky, con una libreta de anotaciones en manos mientras me circundaban tetas planetarias, piernas bruñidas o nalgas de almanaque en un lenocinio cualquiera, de esos que abundan en la noche del ningún lugar. Acabé con un sosiego entre las piernas, sintiendo como si el instante fuese derritiéndose fríamente sobre mi sexo. Nuevamente liberé mis ojos gracias a un pensamiento impúdico y sagaz. La noche pasó una vez más.En la opacidad de mi cuarto sentí alguna que otra incomodidad obstinada en perseguirme. Soy muy dócil ante esto. Salí. Caí en lo de mi amiga cuya energía transfiguraba mi ánimo abatido por tanto absurdo. Ocupamos largos minutos en acalorado y seductor debate acerca de la libertad femenina en tiempos actuales y esa conquista de espacio ( según ella, yo manifesté que esa conquista, en realidad, era una capitulación machista en donde se evidenciaban ciertas estrategias dominantes aún vigentes por medio de un erotismo astutamente utilizado por el hombre que, arrollando viejos tabúes supo subordinarlo a variados fines, entre ellos comerciales, y en los cuáles se nos revelaban ciertas modificaciones conductuales: los comportamientos y estímulos eróticos que se manifestaban en un ámbito privado pasaron a una escala pública desenfadada que muchas mujeres, por supuesto, no ignoran, aprovechando esto, incluso, para obtener determinados beneficios. En fin, que no fue en verdad una capitulación, sino una ficción de lo mismo. Otorgarles ciertos espacios en donde no nos molesta su presencia. En todo caso, los lugares en donde mas bien nos agrada verlas, con sus modos, su gracia, su carne…) que es constante. Denostó mis objeciones con sonrisas desdeñosas, de esas que suelen dibujarle un porte aristócrata y suelen elevarla entre los refinamientos del rímel, el rojo intenso labial y la vulgaridad de mi fingida continencia caballeresca. Me dijo que estaba contenta, que había, por fín, conseguido un trabajo interesante,que estaba que se desbordaba. Sonreía. Impugnaba mi pesimismo lleno de callos, acostumbrado a rumiar amargas reflexiones incrustadas como venablos en sus nalgas. Yo, aún quejandome de la longitud de mi rutina laboral, triste, casi siempre como una eternidad oceánica, vacía, carente de experiencia, enemiga de la aventura. Yo, que perdía el cuerpo durante ocho horas diarias, y que después, al recuperarlo, este me rechazaba, no me servía, se encariñaba con ese otro que lo empleaba a gusto y cedíame todas sus resacas. Ella reía más fuerte, como para que yo comprendiera el ridículo que hacía con estas palabras desesperadas.Me recordó todos los momentos en que yo lo sometía a un enajenamiento forzoso por toda mi avidez de anti- rutina, nueva experiencia, vida, quizás, diversión, por ahí. Sosiego estúpido, finalmente.Y yo continuaba con eso de que el cuerpo cada vez nos pertenece menos. Sólo porque ella había conseguido otro trabajo y no pedía dejar de pensar que esas tetas servirían para mucho más que para alimentar a un vástago.Me fuí, con el vacío cargado en mi plúmbea mochila. Con el sexo frustrado y la cabeza como dividida entre sinfonías atonales o discursos en mil lenguas simultáneas. La besé en los labios y le dije que la próxima vez ya no hablaríamos. Me trató de machista. La traté de ingénua.Quizás la quería. Quizás. Quizás andaba necesitando un alter-ego. Quizás. Fue ella la que empezó con esto de que las tetas o las nalgas eran objetos sensibles de sus cuerpos dispuestos a ser dominados. Fui yo quien extendió el tema más de lo debido.Era yo el que le tenía ganas. Y le tenía ganas porque era un buen cuerpo, uno bueno de verdad.
Últimamente ando con sensaciones raras también: hay ladrillos que me miran, sillones que musitan palabras inextricables, plantas que me hacen gestos y siento que en cualquier momento contraigo matrimonio con un perchero. No me atrevo a restar importancia a los artefactos u objetos disponibles. A los inalcanzables los contemplo en su pedestal, creyéndolos distantes, solo disponibles en el momento en que sucede a la caída.Creo estar obsesivo. A la mañana siguiente escribí en mi cuaderno unas palabras de Walter Benjamín referidas a lo mismo; “ La liberación sexual de las mujeres bajo el capitalismo ha tenido ha tenido el efecto pesadillesco de “dejarlas libres” para convertirse en objetos sexuales (no en sujetos). Debe admitirse que las mujeres han colaborado activamente en este proceso. Si los hombres en la época burguesa tardía han sometido su capacidad de acción a las fuerzas ciegas de la suerte, entonces las mujeres, al igual que las prostitutas, han usado su capacidad de acción contra ellas mismas: hacen de sí mismas objetos…”. Todo dicho.En el encuentro siguiente yo tenía encima algunas copas de más, lo cual raras veces me impide decir cosas coherentes ( es común que estando sobrio se sea incoherente ). Le pregunté si no se sentía observada en demasía. Dijo que no, así, de manera tan lacónica y desganada. Había en su cara unas facciones raras que nunca le había notado. La falta de maquillaje la ponía reveladora, como una veterana forjada en el trato con los truhanes mas inmundos, con una dureza propia de lugares reos…Mantenía en secreto su tan interesante nuevo trabajo. Soportó con recelo mis indagaciones tenaces, dispuestas a exasperar hasta a una estatua.Fue esa noche en la que con toda imprudencia le dije que esperaba que alguien algún día la considerara como individuo. Me preguntó qué significaba ella para mí. Me enredé en un balbuceo temeroso excusándome en mi pesimismo. Solo dije que para el mundo disperso, nosotros somos objetos, indiferenciados, carentes de pensamientos, solo considerados por nuestra utilidad en algo, como un artefacto… Me hizo callar con un cachetazo a mitad de camino entre la ofuscación y la simpatía. Fue peor…. ahora creo que se compadeció de mi absurdo.De nuevo me refugié en un antro plagado de melancólicos y putas amistosas interesadas en mi imagen retraída ( qué consuelo pensar así de ingenuamente). Tuve sexo con una indiferencia absoluta. Sentí ganas de escribir durante todo el resto de la noche. Sentí ganas de retratarme en un laberinto de cosas, desesperado, queriendo existir, pero también divorciarme de la existencia. No creí, en ese instante, en la unidad entre el individuo anhelante y el mundo, no, no. Tuve la voluntad de pensarlo detenidamente, quizás tratando de distanciarme de esta alienación que a todos afecta con una intensidad variada y que, al ser parte de la existencia misma de uno, es decir, de uno como parte de una realidad, acaba realizándolo éticamente. Uno tomando, necesariamente, partido aunque sea por cualquier nimiedad intrascendente...Pero seguía con ese problema. La falocracia vigente y el velo que cubría la mirada de muchas mujeres. La libertad femenina o el advenimiento celebrado del objeto erótico.El triunfo del erotismo materializado, comerciable, destinado a un único consumidor potencial que se conduce guiado por su falo hambriento. Carajo. ¿Qué pasa?.Debo estar muy ansioso de cambio, de transformaciones sonoras, de revoluciones o tan solo de aventuras.No, no es eso. Estoy hartamente aburrido. Pienso, luego existo. Existo, luego siento. Siento. Veo. Reniego. El tiempo pasa sin pertenecernos.
Me visitaron una noche. Visita inesperada y agradable. Visita dispuesta al vaho licorero y al humo que hacía columnas inútiles en la distancia de nuestras bocas. Me quiso. La deseé. Por momentos intentamos justificar el tiempo perdido resumiendo años de paseo por la mediocridad del tedium vitae. Me tuvo entre sus manos. Me redujo entre sus piernas. Oh, han pasado tantos años, como andás. Mejor que vos, dice con su exhalación caliente.
En estos días me sentía enamorado, sí, como si cambiara esa música que suena olvidada allá lejos o como si volviera a usar mi vieja remera de Led Zeppelin. Cosas, cosas, cosas de las que uno no puede desprenderse. El tiempo pasa sin pertenecernos. Las amistades se evaporan en un transito de vacío y muerte. La ciudad está llena de mujeres, chicas, viejas, nenas. EROTISMO. Camino con los ojos prendidos a la lujuria. Sí, vos también, solo que tu susceptibilidad es mas fuerte y yo ironizo con el rostro pálido como una luna. Llevo meses observando esto. Los falos se entrechocan por la vereda, mirando al cielo, devorando carteles, gritando, observando. Las chicas más lindas de la calle sonríen con un rubor tentador. Las viejas tienen pantorrilas que asquearían a las medias más inmundas. Miran, murmuran, se entregan a una dependencia, se refugian en el momento mas trágico del contrato matrimonial. Para ellas el pasado es el tiempo verdadero, mientras la lujuria anida irrisoriamente en sus demacradas vaginas, dolorosa, expresándose en envidias desesperadas que se hacen en reprobaciones. Las mujeres van ganando la calle. Hemos ganado. Brindemos, señores.Mi novia dice que me ama allí donde se le pregunte ( porque se le pregunta). Me olvido de ciertas cosas. También por eso la quiero, pero ella no sabe que la semana que viene me casaré con un perchero que aún no tengo. Penetramos la ciudad tranquilamente, riéndonos de cosas de las que solo nosotros nos reímos. Quizás ella me entiende. Ella sabe que mi absurdo renunció hace mucho, que la decepción es algo que ya no me pertenece porque vivo como si nada me viviera. Ni siquiera ella.Mientras, aquella amiga, pasea por el tiempo, como yo tal vez, pensando que las casualidades son posibles, esparciendo su voz de teta que me llega como un eco. Ella que sabe que es un cuerpo y es feliz con esa condición simple cuando es obsecuente. Se ríe en la distancia de ese yo indómito, rebelde y decepcionado que solo pretendía recuperarse a sí mismo.
Soy un desocupado alimentándome de baldosas y caricias. No soy feliz, pero vivo en el día, en la noche, en un pequeño cuarto, en los lupanares del Bajo con olores cervezales. La ciudad es lo mismo de siempre; una elegancia abigarrada. Puros meandros vulgares y pretenciosos. Esa es la ciudad de mi existencia. Camino. Erosiono imágenes capturadas. Escribo como quien se desinfecta una herida.Voy. Espérenme. No corran. Total no quedó nada.Que aquel mulato siga tocando Round Mignight con su trompeta hecha de lágrimas secas. Que esa melodía sepa que ahora comparto mi soledad, para que vea que no soy ningún egoísta. Desde ya la invito a mi boda.Sí, mi vida, me casaré con el perchero para que veas que te quiero.La libertad de la mujer es lo mismo que la superabundancia de mi libertad. Se lo digo a mi vieja amiga en el puesto de diario de la estación Primera Junta. Ella que sabe que soy más diáfano cuando no me da el sol, que me agrada el escándalo del subte y su explosión de hormigas. Ella sabe como es mi libertad, sí. Sonríe desafiante en la tapa de la revista Paparazzi.Está muy hermosa ¡ por todos los cielos! No vendrá a mi boda, pero de todos modos le escribo.
1988.
Últimamente ando con sensaciones raras también: hay ladrillos que me miran, sillones que musitan palabras inextricables, plantas que me hacen gestos y siento que en cualquier momento contraigo matrimonio con un perchero. No me atrevo a restar importancia a los artefactos u objetos disponibles. A los inalcanzables los contemplo en su pedestal, creyéndolos distantes, solo disponibles en el momento en que sucede a la caída.Creo estar obsesivo. A la mañana siguiente escribí en mi cuaderno unas palabras de Walter Benjamín referidas a lo mismo; “ La liberación sexual de las mujeres bajo el capitalismo ha tenido ha tenido el efecto pesadillesco de “dejarlas libres” para convertirse en objetos sexuales (no en sujetos). Debe admitirse que las mujeres han colaborado activamente en este proceso. Si los hombres en la época burguesa tardía han sometido su capacidad de acción a las fuerzas ciegas de la suerte, entonces las mujeres, al igual que las prostitutas, han usado su capacidad de acción contra ellas mismas: hacen de sí mismas objetos…”. Todo dicho.En el encuentro siguiente yo tenía encima algunas copas de más, lo cual raras veces me impide decir cosas coherentes ( es común que estando sobrio se sea incoherente ). Le pregunté si no se sentía observada en demasía. Dijo que no, así, de manera tan lacónica y desganada. Había en su cara unas facciones raras que nunca le había notado. La falta de maquillaje la ponía reveladora, como una veterana forjada en el trato con los truhanes mas inmundos, con una dureza propia de lugares reos…Mantenía en secreto su tan interesante nuevo trabajo. Soportó con recelo mis indagaciones tenaces, dispuestas a exasperar hasta a una estatua.Fue esa noche en la que con toda imprudencia le dije que esperaba que alguien algún día la considerara como individuo. Me preguntó qué significaba ella para mí. Me enredé en un balbuceo temeroso excusándome en mi pesimismo. Solo dije que para el mundo disperso, nosotros somos objetos, indiferenciados, carentes de pensamientos, solo considerados por nuestra utilidad en algo, como un artefacto… Me hizo callar con un cachetazo a mitad de camino entre la ofuscación y la simpatía. Fue peor…. ahora creo que se compadeció de mi absurdo.De nuevo me refugié en un antro plagado de melancólicos y putas amistosas interesadas en mi imagen retraída ( qué consuelo pensar así de ingenuamente). Tuve sexo con una indiferencia absoluta. Sentí ganas de escribir durante todo el resto de la noche. Sentí ganas de retratarme en un laberinto de cosas, desesperado, queriendo existir, pero también divorciarme de la existencia. No creí, en ese instante, en la unidad entre el individuo anhelante y el mundo, no, no. Tuve la voluntad de pensarlo detenidamente, quizás tratando de distanciarme de esta alienación que a todos afecta con una intensidad variada y que, al ser parte de la existencia misma de uno, es decir, de uno como parte de una realidad, acaba realizándolo éticamente. Uno tomando, necesariamente, partido aunque sea por cualquier nimiedad intrascendente...Pero seguía con ese problema. La falocracia vigente y el velo que cubría la mirada de muchas mujeres. La libertad femenina o el advenimiento celebrado del objeto erótico.El triunfo del erotismo materializado, comerciable, destinado a un único consumidor potencial que se conduce guiado por su falo hambriento. Carajo. ¿Qué pasa?.Debo estar muy ansioso de cambio, de transformaciones sonoras, de revoluciones o tan solo de aventuras.No, no es eso. Estoy hartamente aburrido. Pienso, luego existo. Existo, luego siento. Siento. Veo. Reniego. El tiempo pasa sin pertenecernos.
Me visitaron una noche. Visita inesperada y agradable. Visita dispuesta al vaho licorero y al humo que hacía columnas inútiles en la distancia de nuestras bocas. Me quiso. La deseé. Por momentos intentamos justificar el tiempo perdido resumiendo años de paseo por la mediocridad del tedium vitae. Me tuvo entre sus manos. Me redujo entre sus piernas. Oh, han pasado tantos años, como andás. Mejor que vos, dice con su exhalación caliente.
En estos días me sentía enamorado, sí, como si cambiara esa música que suena olvidada allá lejos o como si volviera a usar mi vieja remera de Led Zeppelin. Cosas, cosas, cosas de las que uno no puede desprenderse. El tiempo pasa sin pertenecernos. Las amistades se evaporan en un transito de vacío y muerte. La ciudad está llena de mujeres, chicas, viejas, nenas. EROTISMO. Camino con los ojos prendidos a la lujuria. Sí, vos también, solo que tu susceptibilidad es mas fuerte y yo ironizo con el rostro pálido como una luna. Llevo meses observando esto. Los falos se entrechocan por la vereda, mirando al cielo, devorando carteles, gritando, observando. Las chicas más lindas de la calle sonríen con un rubor tentador. Las viejas tienen pantorrilas que asquearían a las medias más inmundas. Miran, murmuran, se entregan a una dependencia, se refugian en el momento mas trágico del contrato matrimonial. Para ellas el pasado es el tiempo verdadero, mientras la lujuria anida irrisoriamente en sus demacradas vaginas, dolorosa, expresándose en envidias desesperadas que se hacen en reprobaciones. Las mujeres van ganando la calle. Hemos ganado. Brindemos, señores.Mi novia dice que me ama allí donde se le pregunte ( porque se le pregunta). Me olvido de ciertas cosas. También por eso la quiero, pero ella no sabe que la semana que viene me casaré con un perchero que aún no tengo. Penetramos la ciudad tranquilamente, riéndonos de cosas de las que solo nosotros nos reímos. Quizás ella me entiende. Ella sabe que mi absurdo renunció hace mucho, que la decepción es algo que ya no me pertenece porque vivo como si nada me viviera. Ni siquiera ella.Mientras, aquella amiga, pasea por el tiempo, como yo tal vez, pensando que las casualidades son posibles, esparciendo su voz de teta que me llega como un eco. Ella que sabe que es un cuerpo y es feliz con esa condición simple cuando es obsecuente. Se ríe en la distancia de ese yo indómito, rebelde y decepcionado que solo pretendía recuperarse a sí mismo.
Soy un desocupado alimentándome de baldosas y caricias. No soy feliz, pero vivo en el día, en la noche, en un pequeño cuarto, en los lupanares del Bajo con olores cervezales. La ciudad es lo mismo de siempre; una elegancia abigarrada. Puros meandros vulgares y pretenciosos. Esa es la ciudad de mi existencia. Camino. Erosiono imágenes capturadas. Escribo como quien se desinfecta una herida.Voy. Espérenme. No corran. Total no quedó nada.Que aquel mulato siga tocando Round Mignight con su trompeta hecha de lágrimas secas. Que esa melodía sepa que ahora comparto mi soledad, para que vea que no soy ningún egoísta. Desde ya la invito a mi boda.Sí, mi vida, me casaré con el perchero para que veas que te quiero.La libertad de la mujer es lo mismo que la superabundancia de mi libertad. Se lo digo a mi vieja amiga en el puesto de diario de la estación Primera Junta. Ella que sabe que soy más diáfano cuando no me da el sol, que me agrada el escándalo del subte y su explosión de hormigas. Ella sabe como es mi libertad, sí. Sonríe desafiante en la tapa de la revista Paparazzi.Está muy hermosa ¡ por todos los cielos! No vendrá a mi boda, pero de todos modos le escribo.
1988.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)